Charles compraba cada día el mismo helado. En la misma tienda. Y a la misma hora. Pero no era feliz. Y se notaba. Se encontraba sumergido en una intensa rutina. Y cómo lo odiaba. Un día decidió cambiar su helado de turrón por uno de fresa. Un no por un sí. Un grito por un susurro. Y entonces descubrió que su vida jamás había sido tan dulce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario