Yo también soy persona, y si me pinchas, sangro.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuando somos niños soñamos con cosas pequeñas, sencillas, un helado de fresa, una muñeca que llora y hace pis o esa bicicleta que tiene el vecino del cuarto. Cuando nos hacemos mayores, nuestros sueños cambian con nosotros, y se vuelven complejos, igual que nosotros. Y de repente, la muñeca de trapo se convierte en un vestido nuevo, con el que cruzar el océano a diez mil metros de altura para deslumbrar a tu marido en un viaje sorpresa. Pero los sueños se rompen en pedazos cuando se chocan de frente con la realidad, porque la realidad a menudo es radicalmente distinta como uno cree que es. Las personas no son siempre lo que aparentan ser, ni las relaciones, ni mucho menos los sueños. Y esa realidad es la que se encarga de poner a cada uno en su sitio, lo que uno cree que es negro, puede ser blanco. Y lo que uno cree que es blanco, probablemente sea de todos los colores del arco iris. Uno sabe como empiezan las cosas pero nunca sabe como van a terminar.

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